"No nos damos cuenta del valor de un cuidador hasta que lo necesitamos”
Gloria quería ser maestra desde pequeña, y para eso se formó. Pero la vida da muchas vueltas y a los 40, sin perspectivas de empleo fijo, decidió reciclarse profesionalmente. Gracias a una beca Cuidopía, lo ha conseguido. Hoy recorre cada día en bicicleta los barrios madriñelos de Vallecas y Moratalaz para combinar dos trabajos a tiempo parcial: el acompañamiento de un niño al colegio por la mañana y el cuidado en una residencia de mayores por la tarde.
Cuando estalló la pandemia Gloria estaba regresando de un viaje familiar. “Se han jubilado mis padres y estamos celebrándolo todos juntos en Canarias.” Cerraban así los setenta años que había permanecido funcionando la panadería que su familia tenía en Calzadilla de Tera, el pueblo zamorano desde donde hace años llegó Gloria a Madrid para ampliar sus estudios de magisterio en la Escuela de Arte de La Palma.
Lo primero que se encontró Gloria al aterrizar, literalmente, en Madrid a principios de marzo fue que los colegios habían cerrado y con ello perdía todos los trabajos que compaginaba hasta ese momento: turnos de comedores escolares a la hora del desayuno y la comida, clases extraescolares por las tardes y el cuidado de varios niños unas tardes a la semana.
En esos días tanto Gloria como el resto de alumnas de la primera promoción de las becas Cuidopía esperaban hacer el último examen para completar su formación teórica. Eso, como todo en aquel momento, también quedó paralizado.
Durante esos primeros días de encierro Gloria siguió avanzando con los últimos trabajos que debía entregar, buscaba tutoriales y compartía lecturas que le ayudasen a ampliar su formación. Llevaba años queriendo hacer esta formación, pero el coste que suponía no se lo permitía. La beca Cuidopía había hecho posible abrir un nuevo camino profesional y lo iba a aprovechar, incluso con la irrupción de una pandemia.
María José Perrote, que coordina el proyecto Cuidopía en la Fundación Tomillo, sabe bien lo que para Gloria y el resto de alumnas ha supuesto ese parón inesperado en su formación. “He visto la fortaleza que tienen y cómo han sido capaces de sacar adelante una formación en época de pandemia, en condiciones de aislamiento en sus casas y con dos personas que han estado ingresadas en IFEMA. No han perdido ni un solo día la motivación por terminar su curso. Es admirable la vocación que tienen ellas por cuidar.”
En el pico más alto de la primera ola de la pandemia, y ante el gran número de bajas del personal sanitario, se hizo un llamamiento urgente a personas con formación sociosanitaria para incorporarse a centros sanitarios y de atención a personas mayores y dependientes. Gloria no lo dudó: “Me contrataron en una residencia para personas mayores una semana antes de hacer el examen final. Entonces empezaba a haber muchas bajas de personal en los centros y necesitaban gente con urgencia.”
El 1 de abril comenzó la sustitución de una baja y desde entonces trabaja en el turno de tarde de un centro de atención a personas mayores. Dice que tenía muchas ganas de trabajar y ningún miedo. Reconoce que la formación que ha recibido con la beca le ha preparado para el trabajo que tenía que hacer, tanto en el ámbito de los cuidados como en el apoyo psicosocial que tan importante ha sido durante estos meses.
Su trabajo como cuidadora profesional es apoyar y cuidar de las personas que tienen algún tipo de dependencia y fomentar la autonomía de quienes aún la conservan. Gloria reconoce que su formación previa en talleres de ocio y tiempo libre ha sido un gran apoyo también durante estos meses en los que las personas de la residencia donde trabaja han tenido que mantenerse aisladas en sus habitaciones. Ayudarles también para facilitar el contacto con sus familias a través de las nuevas tecnologías ha sido fundamental en un momento en el que la soledad y el aislamiento han pesado mucho en las personas a las que cuidaba cada día.
“La sociedad, o nosotros mismos, no nos damos cuenta del valor que tiene un cuidador hasta que realmente lo necesitamos. Creo que la sociedad, quizá ahora con los momentos tan duros que estamos pasando, se estén dando cuenta de que realmente las personas vulnerables, las personas mayores en este caso, necesitan estar atendidas. Necesitan todo de nuestra parte para que tengan sobre todo dignidad en estos momentos tan difíciles que estamos pasando y el poquito tiempo que les queda de vida.”
Gloria ha vivido la pérdida de cerca y en la distancia. A los fallecimientos de algunas de las personas que cuidaba en la residencia se unía su propia pérdida personal. Su abuelo falleció durante el estado de alarma y Gloria, seis meses después, aún no ha podido acudir a acompañar a su propia familia en el duelo. Su trabajo con personas de riesgo y las precauciones que debe tomar por su trabajo, han dejado pendiente ese reecuentro familiar.
La formación de la beca Cuidopía ha supuesto para Gloria una oportunidad para ampliar y mejorar su trayectoria laboral. También su vocación. “Soy una cuidadora nata. Desde que me levanto hasta que me acuesto estoy cuidando. Mi labor es esa. Yo trabajo cuidando”.
Lo saben bien el niño al que Gloria acompaña cada mañana al colegio como parte de un servicio municipal de atención a la infancia, o quienes están con ella como monitora durante el horario de desayuno en un centro escolar madrileño. Lo saben también los residentes del centro de mayores donde trabaja cada tarde y a quienes cuida con profesionalidad y mucha vocación.
"Yo me estoy dando cuenta que, de aquí a un tiempo, pues sí, voy a ser mayor, voy a necesitar ayuda y quiero estar cuidada, atendida y con toda la dignidad del mundo.”