¿Qué cuidados necesitan las personas mayores LGTBIQ+?
La Fundación 26 de Diciembre trabaja para las personas mayores de 60 años del colectivo LGTBIQ+. Son más de un millón, de las que el 80% viven una situación de soledad no deseada. A diferencia del resto de mayores, tienen una historia protagonizada por la discriminación y la no aceptación. En la mayoría de los casos fueron repudiados por sus familias y por la sociedad. Y eso deja huella.
El 26 de diciembre de 1978 se ratificó la modificación de Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social –antigua Ley de Vagos y Maleantes–, que castigaba a cualquier persona considerada socialmente peligrosa entre las que figuraban las personas del colectivo LGTBIQ+ (Lesbianas, Gays, Transexuales, Bisexuales, Intersexuales, Queer). Quienes padecieron esa ley, hoy son personas mayores. La Fundación 26 de Diciembre debe su nombre a dicha efeméride. Federico Armenteros Ávila fue su fundador y actual presidente. La invisibilidad de los mayores del colectivo era tal que todo nació de una simple y dolorosa pregunta: ¿dónde están?
En 2010 se creó esta organización sin ánimo de lucro para trabajar con y para las personas mayores del colectivo a partir de los 60 años. “Nuestro trabajo es empoderarles, ofrecerles un espacio seguro y que vean que esta sociedad tiene hueco para todos”, explica Armenteros.
Soledad no deseada y algo más
Según el Observatorio Estatal de la Soledad no Deseada, este problema afecta cada vez a más personas en Europa y España. Esta soledad no deseada supone una fuente de sufrimiento y limita el derecho a la participación en la sociedad. Casi cinco millones de personas viven solas en España, de las que un 43% tienen más de 65 años. Un 11’6% de la población española está en situación de soledad no deseada.
En España hay más de nueve millones de personas mayores de 65 años, de los que más de un millón son del colectivo LGTBIQ+, explica Armenteros. “Casi el 80% de este millón sufre soledad no deseada”, afirma. A diferencia del resto de mayores, ellos han vivido una historia marcada por la discriminación y la no aceptación. Por tanto, su situación de aislamiento y soledad es mayor que la de las personas mayores que no pertenecen al colectivo. Armenteros califica de lamentable la realidad de los mayores del colectivo LGTBIQ+. “Lo que más les afecta es la soledad y al estar solos, su salud es mala; en especial su salud mental. Vemos mucha depresión, muchas personas con la idea de suicidio en la cabeza. Son personas que han sido repudiadas, apartadas, con leyes en contra y todo eso no se ha resarcido. Son generaciones que han vivido la represión, cárceles, psiquiátricos y no se les ha dicho: sois parte activa de la sociedad, formáis parte de ella. Además, en aquellos años no se podían poner encima de la mesa las emociones, los afectos estaban ocultos, te los tenías que tragar. Y eso pasa factura”.
A diferencia de los mayores heteros, muchos de los mayores del colectivo LGTBIQ+ tienen una autoestima bajísima. “Nosotros ya estamos partiendo de vulnerabilidad, en cualquier momento estamos esperando que nos digan ‘maricón’, porque llevas toda la vida pasando por eso. Nosotros vivíamos con miedo, no poder gritar al mundo cuando te enamoras, que no se note...”.
La fundación lidia también con muchas situaciones de pobreza y de sinhogarismo. Muchos trabajaron en la economía sumergida o no han cotizado los años suficientes. En muchísimos casos tampoco contaron –ni cuentan– con una red familiar ni social por el repudio que han vivido. Y hasta que llegó el matrimonio igualitario, ante la muerte de la pareja, no se tenía derecho a nada. “Es una realidad bastante dolorosa”, resume Armenteros.
“Necesitamos saber cómo es cada persona para poder cuidarla. Darle ese protagonismo, entender, respetar.” Federico Armenteros, presidente de la Fundación 26 de Diciembre
Dada la situación concreta de las personas mayores del colectivo LGTBIQ+, el trabajo de la fundación parte de comprender la historia de vida de cada persona. “Cómo es esa persona para poder cuidarla; cómo quieres que te cuide. Darle ese protagonismo, entender, respetar”, explica su presidente. Muchos de los trabajadores de la fundación forman parte del colectivo y si no es así, están formados para trabajar más allá de la heterosexualidad como norma social establecida. Esto supone que el mayor que recibe el cuidado se siente entendido, valorado por como es, cuando tantas veces la sociedad le ha rechazado. “Para nosotros es importante tener un proyecto de vida, aunque te quede una semana. Ahora tenemos a un mayor que está en cuidados paliativos y que mañana va a ir al Museo Thyssen porque siempre ha querido ir. Nosotros lo acompañamos y cuando nos dice que no pensaba que los últimos días de vida iba a disfrutar como está disfrutando…”.
Para Armenteros el edadismo (la discriminación por razones de edad) de la sociedad es enorme, tanto dentro del colectivo como fuera. Al final, los mayores no están en ningún sitio. La sociedad cada vez está más individualizada, no se fomenta la vida en comunidad y lo que hay que hacer es juntarse, defiende. “También nos están infantilizando, al propio colectivo: solo tienes que pasártelo bien, disfrutar y risas. Pero es que somos más que eso”, denuncia el presidente. “Todo es fiesta y plumerío, que está muy bien, pero deberían salir también proyectos culturales, deportivos, contar que varias personas del colectivo han viajado a África para apoyar a otras personas del colectivo. Solo te presentan la diversión, pero esa no es la realidad”.
Cómo cuidar a las personas mayores del colectivo LGTBIQ+
La fundación trabaja con más de cinco mil mayores, cuenta Armenteros. Su trabajo lo realizan en Madrid principalmente. Están a punto de abrir sede en A Coruña, donde van a poner en marcha un piso supervisado de doce plazas. Los distintos tipos de cuidado que ofrecen no solo van destinados a las necesidades de cada persona, sino también a potenciar la dignidad, inclusión, visibilidad e igualdad de las personas mayores del colectivo, fomentando la intergeneracionalidad porque, como dice Armenteros, se nos olvida que vivimos en una sociedad intergeneracional. Se trata de tener una mayor calidad de vida y un envejecimiento activo.
Entre los distintos cuidados que ofrece la fundación está la atención psicológica; un servicio de ayuda a domicilio; un programa de alojamiento para mayores del colectivo que estaban en situación de sin hogar; dos huertos, donde además de hacer actividades al aire libre, socializan favoreciendo el sentido de pertenencia y la creación de redes de apoyo y un centro social donde se realizan múltiples actividades.
Además, existe también un trabajo de sensibilización y formación que se traduce en la puesta en marcha de campañas y materiales como la ‘Guía de asesoramiento, información y empoderamiento para entidades y profesionales sobre la salud integral en la mujer diversa’, que está disponible en la sección de ‘Cuidados’ a mayores dirigida a entidades y profesionales sobre cómo abordar la salud integral de la mujer diversa.
Una residencia para mayores LGTBIQ+
El barrio de Villaverde en Madrid albergará la residencia Josete Massa, la primera residencia de mayores LGTBIQ+ con carácter público del mundo. Tendrá 62 plazas para residentes y 15 para el centro de día. Armenteros espera que la residencia esté abierta a finales de año. “Será una residencia especializada preferente para mayores del colectivo. Es necesario que exista un lugar así porque estamos en un mundo diverso y se tiene que ver esa diversidad. Necesitamos ser visibles para llegar a una inclusión porque si no, no formamos parte del todo. No será un gueto, es abierta, ellos podrán entrar y salir, pero es fundamental que exista una residencia donde se respete la diversidad”, defiende el presidente.
“Las residencias funcionan como si todos fuéramos heteros, pero es que no lo somos”, Federico Armenteros, presidente de la Fundación 26 de Diciembre
Muchos mayores del colectivo acaban en residencias donde vuelven al armario. Son lugares donde no se te reconoce, cuenta Armenteros, donde no puedes hablar de tus sentimientos, donde nadie te anima a ser tú y otra vez acabas siendo lo que no eres por miedo. Esto sucede porque no se forma en diversidad a los trabajadores de estos sitios ni tampoco a los mayores que comparten espacios con las personas del colectivo. “Las residencias funcionan como si todos fuéramos heteros, pero es que no lo somos. Mira, ahora cuidamos en el servicio de ayuda a domicilio a una mujer que nos dijo: ‘Yo quiero que me cuidéis vosotros porque sé que me vais a respetar y que voy a ser feliz’. De lo que se trata es de no tener que pedir permiso por ser lo que somos, personas de pleno derecho”, concluye Armenteros.